ÉTICA Y PSICOANÁLISIS:
LA DESVINCULACIÓN TRANSFERENCIAL

 

Carmen Nieto. XI Encuentro Internacional del Campo Freudiano. Gijón, 12 de Junio del 2004

El psicoanálisis tiene sus orígenes en la hipnosis y en la sugestión, técnicas que Freud abandonará cuando descubra y le ponga nombre a la Transferencia, a la que califica como el verdadero motor y obstáculo de la cura psicoanalítica.

Al principio, Freud definió la transferencia como el amor desmedido que el analizante pone sobre la figura del médico. Más tarde descubre que no en todos los analizantes se despiertan sentimientos de amor, sino que algunos manifiestan sentimientos hostiles y de desconfianza hacia el médico. Y, por último, observó que algunos casos se resistían al fenómeno de la transferencia.

Ante estas observaciones, existen tres clases de trasferencia:

positiva, cuando los afectos son amorosos,
negativa, cuando los afectos son hostiles y
ausencia de transferencia, cuando no hay vinculación con la figura del médico, esta última propia de los psicóticos.

Lacan admitirá esos tipos de transferencia, pero añadirá un elemento de cambio en relación a la psicosis permitiendo la aplicación del análisis a la misma.

Pero, además, hay un fenómeno en el ámbito de la transferencia, que es sobre el que me interesa reflexionar, y del que se habla poco, que es el del analizante que interrumpe su psicoanálisis y no vuelve nunca más, o el analizante que interrumpe su psicoanálisis porque quiere cambiar de analista. A este último fenómeno lo llamaré Desvinculación transferencial, puesto que no se trata de verdaderos finales de análisis.

Cuando un analizante se marcha del análisis para emprender otro análisis, en el mejor de los casos -el caso ideal- se puede despedir cordialmente y con el beneplácito del analista y emprender el nuevo análisis con el nuevo analista que ha elegido.

Desgraciadamente esta situación se da pocas veces.

Hay bastantes casos, que sorprenden por su número, donde la desvinculación se da con una pelea -como fue el propio caso de Lacan- casi siempre con una intervención de poder del analista sobre el analizante, en la que le acusa de estar en transferencia negativa, de no hacer caso a sus interpretaciones; en definitiva, de que es el analizante quien debe cambiar su posición para que el análisis sea posible.

En los casos de transferencia negativa, o resultado terapéutico negativo, es cierto que la posición de resistencia del analizante a curarse dificulta la tarea analítica, pero Lacan también advirtió de que el propio desvío en la cura puede ser el causante de estas reacciones negativas del analizante.

El psicoanálisis, desde su nacimiento, ha sido objeto de numerosas desviaciones en su práctica, hasta el punto de que hizo falta que Lacan reubicara conceptualmente toda la teoría para poder rescatar la adecuada aplicación de la técnica y distinguirla radicalmente de cualquier mántica o inspiración divina.

El psicoanálisis no es una mántica, dice Lacan, está tan estructurado y delimitado por una técnica que, incluso llega a compararlo de nuevo, como también lo hizo Freud, con una correcta partida de ajedrez que, dependiendo del movimiento de las primeras jugadas, queda prácticamente determinado el movimiento de las últimas.

Lacan advirtió que los errores de un análisis siempre están del lado del analista; es el analista el que se equivoca. No se puede responsabilizar a un analizante de su transferencia, porque desmontaríamos el elemento que legitima que el psicoanálisis exista como discurso.

Se puede afirmar entonces, como lo hace Lacan, que el analizante no es responsable del fracaso de un análisis. Ahora bien, el que se queda sin análisis es él, al que le queda pendiente llegar al final de análisis para desvelar su verdad como sujeto y el goce que le es propio es a él; luego, si quiere salir de la situación en la que se encuentra, habrá una responsabilidad que tendrá que asumir, aunque no haya sido el causante directo de la misma.

Algunos fracasos o decepciones de sujetos que han hecho un análisis durante años puede deberse a una confusión de la transferencia con la repetición, por parte del analista. Eso conduce a curas interminables que se acaban por agotamiento.

Hay otras formas de desvío, de hecho, las tres grandes desviaciones lógicas y posibles vendrán siempre marcadas por los diferentes discursos en los que Lacan ordenó el lenguaje y son las que se dan cuando el analista se coloca en el discurso amo, en el histérico, o en el universitario y no en el analítico; pero todas desembocan en la más común, que es la de confundir transferencia y repetición.

Lacan, en el seminario XI, se ocupa de diferenciar la transferencia de la repetición. Es la invención del objeto "a" lo que le va a permitir teorizar un final de análisis. La operación de Lacan, a diferencia de Freud, que sitúa el final del análisis respecto a la roca de la castración (-φ), es ir más allá de la castración, que es universal, para situar un plus de goce particular a cada sujeto, el "a".

Ahora bien, dado que también hay sujetos que interrumpen la relación psicoanalítica por no querer poner en juego algo de su goce, el asunto más interesante quizá no sea tanto las malas experiencias, como lo que hace, lo que lleva, a un sujeto a continuar manteniendo su transferencia con el análisis a pesar de estos impasses.

¿Cabría pensar que aquellos sujetos que a pesar de todo intentan una nueva experiencia analítica, son sujetos de los que podemos decir que tienen un deseo decidido hacia el psicoanálisis, más allá de los propios psicoanalistas?

Hay sujetos cuya transferencia con el psicoanálisis permanece a pesar de haber atravesado experiencias traumáticas y siguen buscando. En estos casos, ¿cabría suponer que estos sujetos podrán cuestionar también, en un nuevo análisis su responsabilidad, o su posición como sujetos en dichas experiencias?

La desvinculación transferencial es una situación que confronta dos deseos a la ética psicoanalítica. El deseo del analista y el deseo particular del analizante, frente a la máxima de la ética psicoanalítica propuesta por Lacan con la pregunta "¿has obrado conforme a tu deseo?"

Esta máxima es interior al sujeto, en contraposición con la ética de los bienes de Aristóteles, y no es un imperativo categórico, separándose así, también, de la ética kantiana, cuya proximidad con la máxima sadiana ha sido ilustrada por Lacan. Más que en lo universal podemos decir que es en el orden de lo real donde aparece y se despliega la pregunta.

Así, analista y analizante tendrán que responsabilizarse de su actuación frente a esta máxima. Al analista cabe preguntarle ¿has actuado conforme al deseo del analista? Y al analizante hay que preguntarle ¿has actuado conforme al deseo que te habita?

Es curiosa la dificultad con la que los analistas reconocen sus errores, de modo que la respuesta a esta pregunta casi nunca vendrá del propio analista, y es por esto que Lacan, desde el exterior, lanza la respuesta de que es siempre el analista quien se equivoca o se desvía, y en el texto "La dirección de la cura" advierte: "Está por formularse una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo: para poner en su cúspide la cuestión del deseo del analista".

Del lado del analizante, tiene a su favor que su deseo se resistió a ser sugestionado, y provocó la emergencia de un real que le permitió hacer un corte, pero tendrá que afrontar en su nuevo análisis la tarea de cuestionarse qué lugar o posición ocupó, con respecto a la transferencia, en el análisis anterior.

La tarea a emprender, por parte del analizante, no es otra que la de trabajar el algoritmo que nos propone Lacan de la alineación/separación. La alineación por la vía sugestionante de la transferencia; que desemboca en los errores comentados. La separación por la vía de una transferencia que no sea confundida con la repetición.

Todo sujeto es responsable de su posición subjetiva, dice Lacan. En este sentido, la desvinculación transferencial daría cuenta de la ética del sujeto frente a la responsabilidad que tiene sobre su deseo.

Como dirían Bernard Baas y Armand Zaloszyc: Estar persuadido es aceptar la verdad de un conocimiento en virtud de alguna autoridad. Estar convencido es ser capaz de producir con la propia razón las pruebas de esa verdad y, como diría Lacan, estar psicoanalizado es partir del sujeto cartesiano para llegar al objeto a como causa.

BIBLIOGRAFÍA:

Freud, S.: "Sobre la dinámica de la transferencia". Obras completas. Editorial. L. B.
Freud, S.: "Observaciones sobre el amor de transferencia". Idídem
Freud, S.: "Sobre la iniciación del tratamiento". Idídem.
Freud, S.: "Conferencias de introducción al psicoanálisis". Idídem
Freud, S.: "Análisis terminable e interminable" Idídem
Lacan, J. : "Intervención sobre la transferencia" Escritos
Lacan, J.: "La dirección de la cura" Escritos.
Lacan, J.: "Seminario XI: Cuatro conceptos fundamentales..."
Lacan, J.: "Seminario XIII: La transferencia"
Lacan, J.: "Proposición del 9 de Octubre"
Soler, C.: "Variables del fin de la cura"
Soler, C.: "Lacan y el Banquete"

Volver a la página inicial www.carmennieto.com